sábado, 30 de abril de 2016

Diario de las 3:02 A.M

Hace tiempo que todo el mundo se ha apagado.
Debería hacerlo yo también.
Pero las luces que más brillan son las más difíciles de extinguir.
Y yo siempre brille,
por mi ausencia.

¿Por qué me duele tanto, en serio?
¿Por qué todo me da vueltas y, aunque se me cierren los ojos, no creo que sea capaz de dormir?
¿Por qué me cuesta conjugar los verbos creer y soñar en presente?
¿Por qué nadie, nadie, me enseñó qué pueden hacer unos pedazos que se separaron del rompecabezas?

Y hoy la respuesta no está en las estrellas.
La respuesta está entre los escombros que creé cuando me derrumbé.
Y qué irónico es eso.
Que me derrumbé por culpa de una pregunta.
Y la respuesta la destruí al caerme.

Nada nuevo, supongo.
Y es que, qué se puede esperar de una flor marchita por falta de luz,
de una maldita grieta que partió en dos un caos con nombres y apellidos.

Dejadme descansar,
prometo destruirme mejor mañana.

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